domingo, 28 de diciembre de 2014

Polvo en el viento

Sin miedos. Sin rencores. Sin dramas. Sin complejos. Sin esperar a nada ni a nadie. Sin ataduras. Sin daños colaterales. Sin la duda. Sin tenerlo todo. Sin querer tenerlo todo. Sin compañía siempre. Sin ropa más veces. Sin incertidumbre. Sin invertir. Sin esclavizarse a ningún reloj ni a portadores de ellos. Sin doblegarse al pasado. Sin rezarle al futuro incierto. Sin castigos eternos. Sin saber más que del presente. Sin moralinas ni sandeces.

Dejando pasar la vida viviendo y dejando vivir:

¡Disfrutad! Disfutad sin todo aquello.

Que todo es polvo en el viento.

Y el tiempo... se cobra su derecho.



Ausencias

Esta poesía "divina" de Mario Benedetti siempre me hace reflexionar. Quizás porque en estas fechas piensa uno en lo que le falta - la fe, por ejemplo, porque lo material se corrompe o te terminas aburriendo de ello - o más bien y sobre todo, piensa uno en quienes le faltan o le faltarían. Y también en quienes le sobraban y ahora vuelven al redil, cuando ya no existían ni como ausentes.

Lo que eleva este poema a uno de mis preferidos es que cada cual puede leerlo en todos sus registros de la ausencia. O que puede darle la vuelta si quiere y llenar esos espacios con la ausencia de sus ausencias. Pero amigos, eso ya son experimentos míos.

Que lo disfrutéis. Cada uno desde sus propias ausencias...

-------

"Ausencia de Dios"

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.


Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.


Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.


Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.


Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote
.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Ellos



Ayer, al fin, encontré un lugar donde esconderme del frío y… de Ellos. Desde la ventana de la última planta de un edificio abandonado, en un viejo sofá arañado por el tiempo, casi puedo admirar el silencio y la desolación, que reinan hasta donde alcanza mi vista.



Cada día para mí consiste en lo más esencial de la vida: sobrevivir. Busco comida entre los escombros, o cualquier cosa susceptible de ser mi desayuno (siempre es un desayuno, puesto que no tengo el lujo de comer más de una vez cada dos o tres días). Huyo de cualquier cosa que se mueva muy rápido. Me escondo de los ruidos fuertes. Sigilosamente, escudriño las calles. Y jamás me atrevo a entrar en la zona prohibida, donde habitan Ellos.



Algunos compañeros cuentan historias fantásticas, utópicas, en las que Ellos parecen no ser tan malvados. Pero no les creo. Quizá en otro tiempo, pero no ahora, me parece inverosímil. He visto con mis propios ojos ancestrales la maldad desprenderse de sus palabras, de sus manos, incluso de sus propias auras. Nuestra especie capta esas sutilezas, eso es bien sabido. Pero en mi caso, no ha hecho falta hacer uso de mi auspicia. Mis peores temores se materializaron el día en que escuché los gritos de terror de uno de mis camaradas. Con gran frustración y estupor, hace unos meses presencié cómo el pobre infeliz era torturado hasta la muerte por varios de Ellos, en plena calle y con total impunidad. Coreaban y danzaban a su alrededor, como en un macabro ritual, mientras mi cuerpo temblaba de rabia, agazapado en una esquina. Desde allí pude ver el dantesco final de mi compañero, que se retorcía de dolor cuando el artefacto pirotécnico finalmente estalló…



Alguna cicatriz en mi cara tampoco ayuda a mejorar mi opinión de Ellos, o de los Gigantes, como algunos los llaman. Fue en una ocasión en la que, rebuscando entre la basura, uno de estos seres me lanzó una piedra que, desafortunadamente, me rozó en el ojo. Instintivamente, y aunque parezca lo contrario, pude esquivar lo peor del proyectil. De no haber presentido el impacto, ahora mi cara gozaría de una preciosa oquedad en donde ahora sólo hay una horrible cicatriz.



Pero no siempre fue así. En otro tiempo, sin embargo, ambas especies convivían creando una alianza que nos elevaba al nivel de Dioses sobre la Tierra, aunque existían muchos más reinados repartidos por el Universo. Pero tras miles de años ostentando el poder de la palabra, que a nosotros se nos negó en virtud de otros poderes, Ellos comenzaron a amasar la codicia que hoy mismo los está destruyendo, y a nosotros a su vez. Y cada vez que renazco, sigo viendo con impotencia que en cada vida su maldad va en aumento. Atrás quedarán los fastuosos monumentos de nuestra gloria simbiótica, majestuosas edificaciones que se erigieron con sus manos y con nuestros conocimientos sobre el mundo no sensible e inmaterial, imposibles de ver con sus ojos de piedra.



No sé cuánto tiempo me queda aquí. Nunca lo sé, porque siempre depende de mis actos tanto vivir un día más, como vivir una vida menos. Pero sí sé que otro mundo sobreviene ya. Puedo percibirlo como cercano y cierto, ¡con sólo pensarlo se me eriza todo el vello del cuerpo! Y aunque debo reconocer lo controvertido de lo que quiero, por lo que he vivido y por lo que siento, necesito revivir con Ellos. O al menos con uno de Ellos.



Confío en mi credo. “Y por mis bigotes… que lucharé por vivir de nuevo.”


Tengo frío

Tengo frío. 

Mucho frío...

Me miro las manos y empiezan a tener un tono amoratado. Mis uñas, brillantes, son como un espejo. Reflejo mi rostro en ellas y veo que mis labios, marmóreos, se han vuelto azuladamente cadavéricos. Mi cabello y mis pestañas están cubiertos por una fina capa de escarcha.

Mi erizada piel se va tornando blanca, de un pálido mortecino. Poco a poco, voy acurrucándome en mi desnudez, mientras escucho el crujir de mis músculos, petrificándose fríamente. Envolviéndome sobre mí en posición fetal, intento moverme lo menos posible para no romperme en mil añicos.

Noto cómo mi sangre, de un color azul oscuro, casi negro, se va cristalizando en bellas estrellas de nieve que recorren mis venas, avanzando desde mis extremidades hasta llegar a mi pecho. En lo más profundo de mi cuerpo, mis órganos vitales se resquebrajan, quedándose dentro de mí como piezas agrietadas de un macabro puzle.

Mis ojos, con las pupilas grisáceas, se van cerrando lentamente, mientras mi garganta, que traga el granizo de la verdad, se ha convertido en un túnel helado que exhala ya su último y gélido aliento. El corazón, plomizo, retardando al máximo el tempo, finalmente se ha detenido para dar paso al más absoluto silencio.

Soy completamente de hielo.

Y tengo frío. 

Mucho frío...

lunes, 27 de octubre de 2014

Burbujas de silencio

7:00. Móvil. Párpados.

7:36. ¡Salto! Baño. Café, tostada y fruta. Bolsa, mochila y red.

8:07. Acelerón. Autovía. Rotonda. Cargado de recuerdos. Respiración profunda. Eliminado de recuerdos. Sonrisa orgullosa. Música épica. Primera pita. Mar de acuarela al fondo. Vello de punta.

8:18. Radar. Frenazo-acelerón. Sinuosa carretera. Curva mortal. Escalofrío. Máximo volumen. Música y garganta. Sonrisa vital. Desvío. Adelantamientos de dudosa legalidad. Semáforo tocapelotas.

8:35. Stop. Descarga. Saludos y besos. Botella, chaleco, plomos, red, traje. Furgoneta. Presentaciones, risas, bromas. Experiencias. Excitación.

9:10. Puerto. Equipo. Barco. Aún más risas y bromas. Motor. Defensas. Viento, agua y sal. Visión panorámica. Geoformas imposibles. Admiración y fascinación. Silencio. Párpados. Relajación. Sanación mental.

9:25. Ancla. Saliva y máscara. Briefing. Ordenador. Cremalleras y compañeros. Chaleco y aletas. Excitación.

9:35. Corazón de fuego. Paso de gigante. Corazón de hielo. Hundimiento.

Sin tiempo.

Ella y yo.

Nada ni nadie más.

Burbujas de silencio…



Mar.

Cartas de amor

Teniéndolas todas... Me quedaba sin palabras. Leer tan a gusto sobre sentimientos tan profundos al desnudo, sobre amores castos y puros, sobre tórridos y sin embargo dulces deseos, sobre la esperanza de ser correspondidos y ser también correspondientes... me hacía sentir como un ignorante y feliz chaval de veintitantos que no sabe qué es el mañana. Ni intuye lo gris del incipiente ocaso...

Las cartas de amor, objetos con alma hoy en peligro de extinción, eran tesoros que devoraba con avidez. Las leía una y otra vez, las aprendía de memoria, las olía, las palpaba pero sin arrugarlas, aprendía sus grafías, e incluso las copiaba minuciosamente para no estropear las originales. Tal era su valor para mí que las verdaderas amarilleaban en una caja, fuertemente protegidas del sol, la humedad y otro tipo de amenazas. Tan sólo eran leídas en el aniversario de cada una de ellas. A veces la bendita efemérides me permitía leer dos o tres en una misma semana. Y en otras ocasiones pasaban meses hasta que podía leer la siguiente.

Algunos coleccionan fotos que ven muy de vez en cuando, otros admiran bellos e inútiles sellos o monedas. Yo me dedicaba a algo mucho más profundo. Coleccionaba palabras, cartas descartadas, desclasificadas, desdeñadas... Extraviadas en el tiempo, separadas de sus dueños, robadas de ningún sitio, despreciadas sin remedio, abocadas al abismo de un cajón cerrado, o simple y tristemente, quemadas, a lo peor...

Era fácil identificarlas. Olían de una manera muy especial, al estar normalmente perfumadas. La letra de la dirección de envío o del remitente presentaba algunas variantes, pero por regla general la escritura era impecable. Quien alguna vez ha escrito una carta de amor lo sabe. No debía haber tachón ni mancha alguna, seguramente porque el autor escribía antes en un borrador el texto de la carta así como el del sobre. Al menos, así lo hacía yo. Y lo cierto es que en 99 de cada 100 veces, antes de abrirlas, acertaba sobre cuáles eran aquellas cartas que hablaban de amor y que, por fortuna, yo recogía del olvido más absoluto.

Sí. Para algunos lo que yo hacía era de no estar bien de la cabeza. E incluso rayaba la ilegalidad, siendo una obsesión insana. Quizás por eso necesitaba contar en mis últimos días las locas fechorías de este viejo cartero. 

Quizás porque ni yo mismo pude nunca concebir una locura tan grande, escribí esta carta para confesar mi amor hacia todos esos amantes, dándoles las gracias por haberme permitido tomar prestadas las promesas de amor que alguna vez profesaron, aquellas que yo jamás pude recibir de nadie y que tantos y tantos otros ni siquiera leer quisieron.

O quizás mi carta sólo quería recordar, sin acritud y a quien le pudiera interesar, que el más loco de todos los que aún estamos aquí es el que alguna vez ha rechazado, de manera alegre, ignorante o vil, las epístolas, palabras y poemas de un verdadero enamorado.

Disfrutar de ella

"Disfrutar de ella"

"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma". Julio Cortázar.

Esta semana habría escrito ríos de tinta. He tenido experiencias de sobra para hacerlo. Han sido únicas, cada una desde su ámbito. Laborales, sentimentales, profesionales, musicales. Familiares.

Y todas han pasado en tan sólo una semana. Todas juntas, casi a la vez, solapándose una emoción sobre la otra. No, definitivamente estas experiencias no caben en los versos o los textos que podría decir o escribir, no hay palabras que puedan expresar lo que no se puede decir con la lengua o con las letras, sino que esas experiencias, y las emociones y aprendizajes que se derivan de ellas, responden más bien a lo que conecta directamente con nuestro "ethos", con los estados más profundos de nuestra alma.

Y como llego a la conclusión de que no hay palabras para acontecimientos tan bellos, tan duros o de tan gran incertidumbre... por eso - y para eso - pienso que existe la música. Es el único puente directo con nuestros estados de ánimo; la música es lo único que puede describirlos, imitándolos, mutándolos y transformándolos según nuestros deseos o necesidades.

Por eso lo de...

Componer música, escuchar música... y disfrutar de ella. Y de la música.

;)

Vivir

Vivir:

Gozar una vez más de la suerte.
No pensar en no verte.
Repetir besos indecentes.
Almacenar deseos incoherentes.
Ser valiente.

Celebrar tras todas las cenas.
Disfrutar hasta de las penas.
Luchar desde las altas almenas.
Pronunciar lo que la piel hiela.
Soplar una vez más las velas.

No quedarse en blanco.
Ajusticiar desde cualquier flanco.
Probarte en cualquier banco.
Amar, y ser amado.
Quedarme siempre a tu lado.

La suerte se la busca uno

La suerte se la busca uno...

Llegar a Madrid a las 21 h. sin ningún plan. Buscar en Google: "Conciertos Madrid hoy". Encontrar el de Jorge Pardo a las 22 h. por 5 €. ¡Asombroso! Llegar pitando a la sala de la SGAE a las 21:55 h. Los seguratas me dicen que ahí no es. Me quedo con un palmo de narices. Mierda, la dirección estaba mal en Internet. Pues vaya con la guía del ocio de los coj...

Con un poco de enfado, busco de nuevo. Café Berlín, nunca falla. Conciertaco de "La Negra", una de las voces más increíbles y con más personalidad del flamenco-fusión del momento.

Disfrutar de un concierto lleno de soul, jazz, funky, flamenco, bossa... capitaneado por Amparo Velasco "La Negra", y destacando la inventiva del bajista y los solazos del trompetista y fliscornista del grupo.

Pero lo sorprendente de lo que me ha ocurrido no es sólo que de rebote haya visto un conciertazo de la ostia sin haberlo planeado. Lo impresionante es que en el penúltimo tema... dejando a todos los presentes boquiabiertos, aparece Jorge Pardo en la sala, y, "by the face", remata la faena. Hasta La Negra lo ha flipado.

Tengo suerte, sí, es verdad, pero amigos, que no se diga lo contrario, yo siempre la busco.

La lucha

No ha sido fácil...

Un obstáculo tras otro impedía nuestro avance, que se nos antojaba imposible a cada paso que dábamos. A lo lejos se divisaba el humo negro de las bombas enemigas que, aunque ya no nos intimidaban, no hacían presagiar una buena guerra. No obstante, la palabra "desastre" no entraba dentro de nuestro vocabulario, por mucho que algunas voces nos la gritaran desde el campo de minas que nos tenían preparado.

Afortunadamente, en algunos momentos tuvimos el favor de unos pocos compañeros que, con todo su afán y ahínco, cavaron trincheras a nuestro lado, cubrieron nuestras espaldas mientras descansábamos, o incluso planearon con nosotros, codo con codo, las estrategias que íbamos a seguir a la mañana siguiente. Pero, como en toda guerra, no tardaron mucho en producirse las bajas: o te disparan a quemarropa, o tu carro de combate sufre un fatal accidente... o directamente el enemigo acaba por completo con tu moral, a base de consignas de guerra y todo tipo de mensajes devastadores, los cuales íbamos sorteando a nuestro paso, cada día, a cada hora, casi a cada minuto. 

Los que conseguimos abandonar nuestros odios, y hacer caer de nuestros oidos tanto estruendo... quedamos en pie, incluso soportando el impacto de muchas balas. Pero sólo fuimos unos pocos, dos o tres en las batallas importantes (a veces sólo yo, a veces sólo ellos), lo que hizo retrasar nuestra expansión. De haber sido algunos más, muchos errores se habrían evitado. Pero no todos tienen el valor de adentrarse en una guerra, es comprensible, por ello no se lo reprocharé. Bastante tienen con ser tan cobardes.
Tras veinte días de incesante marcha, durmiendo tres o cuatro horas al día, escudriñando el terreno a la luz de la luna, comiendo sobras... Al fin divisamos a lo lejos el objetivo de nuestra misión. Ya éramos imparables. Ante nuestro soberbio avance, las fuerzas enemigas eran cada vez más inútiles, aunque ofrecían toda resistencia y oposición. El terreno, aún más lodoso e inhóspito según íbamos llegando, empezó a hacer mermar nuestra salud. La piel se nos resquebrajaba, cuarteada por las horas de deshidratación; nuestros músculos, hinchados y doloridos, respondían sólo a veces y a destiempo; la boca nos sangraba, casi a chorros y cada día; los ojos..., los ojos eran globos sin pupilas que nos lloraban de soledad y cansancio... Y aunque la última cuesta casi nos vence, sin embargo... las manos no cesaron, impávidas ante cualquier dolor. Sin ellas, que se aferraron incluso a los salientes más puntiagudos, y sin nuestra voluntad de hierro, acero, plomo y diamante, jamás habríamos llegado a tiempo. 

Rozando los límites, casi sin aliento, y ante la mirada inerme de todos, posamos nuestras declaraciones de paz sobre la mesa, aquellas que serían obligación para con todo y todos, al menos durante un año. Pero aunque se llegó con éxito al final... no hubo entrada triunfal. Ni trompetas que la anunciaran. Ni condecoraciones. Ni pasillo de acusados (ni de acusadores, sorprendentemente). Tan sólo la llegada a tiempo, y la satisfacción del deber cumplido. (No sé ni por qué lo digo, pero... creo que ha merecido la pena pasar por todo esto.)

Hoy por fin esta lucha, sin vencedores ni vencidos, se ha acabado.

Hoy por fin, hemos terminado los horarios.

Somos lo que comemos

Somos lo que comemos, hablas según lees, te aman según amas...

- "Te comería a besos."

martes, 19 de agosto de 2014

El ideal

Increíble, inenarrable, imperecedera, inquieta, indecisa, inerme, inefable, incierta, imprecisamente imprescindible, inverosímil, inquietantemente inalcanzable.

La lista es interminable. Infinita. Inmortal.
 

Ideal.

Luna nueva

La luna llena se partió.
Desaparece cada día un poco.
La dama esconde su color.
Se desdibuja entre gritos de loco.

Ya no escuchará los suspiros.
No calmará a quien por ella pena.
Su mirada ya será un río.
Será la amante de quien la desprecia.

Luna nueva, ¿dónde estarás?
¿Dónde te escondes, dónde está tu magia?
Tu silencio, y nada más,
delata que tu cara oculta rabia.

Te perdiste entre laberintos
que nacían de tus profundos miedos.
Los tumultos fueron precintos
que apresaron tus eternos deseos.

Sal de tu oscuro y negro cielo,
grillete en el que tu misma te encierras.
Da a quien lo merece tu pecho,
lecho por el que mil soles murieran.

Así que, luna nueva, amiga,
ve a nacer tras el sol de un nuevo día.
Serás con él blanca, y llena.
¡Esa estrella romperá tu condena!

El cadáver

Llegar de madrugada a casa, soltar el cadáver en el salón, abrir una cerveza y dormir sin culpa ninguna.

Y otros placeres de la vida...
 

#microcuento

La partitura

Comenzó a escribir la partitura con mano temblorosa, sin estar demasiado seguro de lo que estaba haciendo. Su inspiración había llegado semanas antes cuando se sentó al piano y sus dedos empezaron a revivir sus experiencias de ese día, así como las de las previas al encuentro, aunque el momento de mayor genialidad de su mágica improvisación había llegado cuando sus manos imaginaron el feliz y ansiado futuro pasado.

La forma era sencilla. Unos arpegios ascendentes y descendentes en la mano izquierda que iban cambiando ligeramente en cada tiempo, a veces con notas de adorno, otras veces con notas extrañas a la armonía de la pieza... pero siempre sonando en consonancia con la melodía de la mano derecha. Así, en la clave de sol, la música era muy delicada, como la de una cajita de música que sonaba incesantemente, pero que cambiaba a la octava aguda cada vez que terminaba una frase musical, dibujando cristalinos arabescos y curvas sencillas que mutaban livianamente según iban describiendo los matices de sus más íntimos deseos.

- Es una imprudencia por mi parte -se dijo- ; volver atrás así es demasiado arriesgado. Aún así... -dubitó-.

Hasta el momento, sólo le había funcionado con las palabras, pero esta vez sentía que sin ellas, el efecto sería mucho más poderoso y podría llegar mucho más lejos, hasta el foco mismo de su desasosiego. Las palabras, quizás por su alto grado de definición y concreción, eliminaban el factor de subjetividad que tienen los deseos. Ponerle un nombre a los sentimientos era absurdo, no se puede encerrar en unas pocas sílabas lo que no se puede expresar ni con mil poemas. Pero la música... la música llegaba perfectamente hasta la esencia misma de lo más anhelado de su alma.

Cuando compuso la obra no pensaba en objetos, personas, situaciones o cosas, sino en el estado de ánimo que querría tener hasta el día que se extinguiese su último aliento. Por eso la solución era colocar sus deseos en el momento justo en que se habían roto. Un clásico: volver y arreglarlo. Pero mucho más atrás en el tiempo y creando toda una vida.

Cuando terminó de escribir la partitura, la leyó, y súbitamente comenzó su interpretación. Pensó en paz, mientras su música dibujaba pasión, risa, tristeza de circunstancia, soledad escogida en compañía. Amor.

Al finalizar, la firmó, fechándola justo cinco años atrás, pronunciando en voz alta el día del momento del desencuentro.

-Fundido en negro-.

Cuando despertó, ya no había rastro de él. Existía, pero en otro cuerpo, otro rostro, otro sistema celular, quizás otro mundo. Él no podía ya saberlo. La inconcreción de su partitura había hecho que su nueva realidad fuera tan irónicamente feliz como descontroladamente aleatoria.

La única condena

Ser la ola de tu fuerte viento; tu añada buena y el maridaje de tu añejo queso; tu sedosa y fina piel tras el baño de sales; el sonido de tu caracola y el brillo de tu concha nacarada; el tacto que te destroce el seso; la pesadilla inexistente cambiada por el dulce sueño; la tranquilidad de un buen paseo.

Echo de menos ser eso. Y...

Abrazar una caricia insospechada; recibir una sonrisa sin motivo y por todos los motivos; desatar una pasión limpia y desbocada; que seas lo primero y lo último que vea, bese, toque, sienta... por encima de amaneceres y atardeceres fugaces. Tenerte a mi lado siempre.

Te pienso. Y mientras tanto, pasarlo tan bien es saber que echarte de menos no es una condena, sino el faro guía que ilumina mis más puros deseos. Esos que me recuerdan que la única condena es tener a alguien a tu lado... y tan sólo sentir pena.

viernes, 18 de julio de 2014

La derrota

Sus venas se iban hinchando a cada párrafo en el que se detenía. Un hálito flamígero recorría su garganta y dejaba su boca seca, pastosa. El sudor de su frente iba acumulándose en pequeñas gotitas hasta que se agrupaban en una gran gota que recorría su mejilla como un bólido hasta morir en su barbilla. Sus manos agarraban con fuerza el mamotreto de papeles que no había dejado de leer en todo el día, impregnándose sus dedos de la sucia tinta negra, cuasi una metáfora del oscuro texto que le mancharía ese día y por mucho tiempo su carácter.

Al finalizar su amarga lectura, escupió en la papelera, bebió un trago largo y volvió a escupir, esta vez sobre uno de los nombres del texto, para luego romper en minúsculos trozos el primer folio que con saña habían humedecido sus efluvios.

Maldijo el nombre de su secuaz, su inutilidad y la de ella misma, golpeando la silla de su escritorio, y tirando todo lo que tenía a su alcance de un sólo manotazo, al tiempo que también maldecía su intento de pasarse de lista. En qué mala hora lo había escuchado. ¿Por qué le habría hecho caso?

Sus intentos de ascenso forzado le habían salido caros. Como un artefacto bomba defectuoso, éste le había estallado en plena cara, dejándole una cicatriz que no se borraría fácilmente.

Al día siguiente debería recoger sus cosas. Marcharse de la empresa, de la ciudad... Joder, la mierda le salía por todos los poros.

Apestada, desahuciada por sus compañeros, sólo podía contar la verdad y salvar así algo de su dignidad, aunque ya había sido condenada por la propia administración de su empresa y seguramente, en breve, por los poderes judiciales.

Cabizbaja, admitió para sí su derrota. Había aprendido una valiosa lección.

La mentira no hace justicia. Por muy justos que parezcan los fines.

Insultos

Egoístas, lamebotas y de culos, crápulas de la moralidad, insignificantes dictadores, lactantes de la peor de las madres, titulados en cabrón con matrícula de deshonor, caricaturas de personas, exiliados de la razón, esclavos de la mentira, indigentes de la verdad, incompetentes por naturaleza, inútiles sin redención.

Sádicos, déspotas, codiciosos duendes, paupérrimos personajillos ignorantes del verdadero hedonismo, gilipollas de libro blanco bajo el brazo y carentes de justicia sobre su mano, autores de las más épicas fechorías.

Viejas glorias apocadas, almas en podredumbre, asquerosos sacos de antológica escoria.

Sois lo peor que tiene este mundo, pero eso significa que existen vuestros contrarios, vuestros apuestos opuestos, la versión que únicamente me importa de entre todos los seres humanos. Esos y ese ser amado por los que las comparaciones son odiosas.

Para vosotros, claro.

Menos es más

No te vi. No supe dónde estabas. No comí contigo en el acantilado. Ni paseé de tu mano. Ni te abracé temprano. Ni escuché música contigo en el coche, a todo gas y a todo volumen. Ni tomé café con vistas al mar y a tus pupilas infinitas. Ni remé a tu lado. Ni fui el último verso del último trago de tu saliva.

Y sin embargo...

A veces, menos es más. Y cada vez más.

Atardecido

Decido atar, o atar decido. Atardecido.

Belleza

Se sentó en la arena y esperó. Los minutos pasaban lentamente, y las luces iban tornando hacia un anaranjado rosáceo tras las montañas. Hacia el otro lado de la flamígera vista, la luna empezaba a platear las mansas y transparentes aguas que tan sólo unos segundos antes habían acariciado su piel.

No tenía frío, pero abrazaba la toalla como el que necesita el calor en la noche más gélida. Mientras tanto, el sol iba desapareciendo más rápido que el tiempo, y sus ojos se humedecían a su compás. Quizás por mirar de frente al astro rey, quizás por la imagen tan bella que estaba presenciando. O quizás por las manos ausentes.

Finalmente, y casi de repente, se perdió todo rastro de la fulgurante esfera, aunque su luz residual seguía bailando entre las nubes, pudiendo presenciar un espectáculo de colores pastel que le provocaron una explosión de placer visual, erizándole el vello de todo su cuerpo.

Sonreía. La conclusión del día también lo fue de sus pensamientos.

A veces unos pocos minutos de verdadera belleza bastan para enamorarse de lo que presencian tus ojos.

Silencio

A menudo disfrutaba del silencio más que de cualquier otra cosa.

Contemplando una fotografía; conteniendo la respiración bajo el agua; tras apurar el último sorbo de la copa; apreciando los últimos rayos de sol desde el faro; al terminar de leer un libro eterno.

Pero, sin duda, su silencio más melodioso era el que se producía en su aliento cuando su respiración se suspendía al verla. Ese y el de verla dormir mientras entretejía caricias en su pelo. Ah, y el del final de su risa. Y el de después de colgar. Y el de sus manos entrelazadas al caminar. Y el de verla salir de la ducha. Y el de su lágrima sobre mis labios. Y el del matiz entre sus palabras. Y el de ...

...

Y el de no poder escoger tan sólo uno de esos momentos.

Provoca un cambio

Pasar...

... de tener suerte a buscar tu suerte.

... del "porque sí" al "¿por qué no?".

... de sentir pena por algo a sentir que algo merece la pena.

... de la motivación al motivo.

... de la casualidad a la causalidad.

No cambies de razones, pero provoca un cambio en tus razonamientos.

La espera

Entre penumbras, acostada de medio lado, miraba al mar a través de la pequeña rendija de la ventana de su habitación. Desde allí podía escuchar las olas embravecidas, aspirando el aroma que la suntuosa espuma dejaba en la orilla. Como había heredado un oído y un olfato privilegiados, y, aunque su vista ya no era lo que fue, en la quietud de la noche estos tres sentidos se combinaban de manera perfecta, y multiplicaban sus sensaciones de una manera exquisita. Podía ser eso, o quizás sólo su mente, ávida de amaneceres, pero lo cierto es que se transfiguraba, se transportaba, parecía estar ahí abajo en la playa, sentada en la arena en mitad de la noche, a un metro de la orilla, deseando un tierno abrazo por la espalda y un pecho donde apoyarse, y no en la cama más insípida sobre la que jamás dormiría.

Imaginó su mundo tan sólo cinco años atrás. "Todo habría sido muy distinto. De haberlo sabido, claro.", se dijo. Sus manos habrían acariciado de otra manera; sus ojos y sus labios habrían sido carmesí, encendidos de pasión, nunca grises, consumidos por la decepción; su boca habría sido justa para consigo misma, y es del todo seguro que habría sabido gritar "¡libertad!".

Pero el tiempo ya se había cobrado su derecho, y aunque daba gracias todos los días por tener el sol ante sus ojos, le costaba resistirse a la tentación de agarrar las maletas y desaparecer, tan lejos que nadie supiera dónde empezar a buscar.

Ahora, mirando al mar, todas las noches cierra los ojos y sueña con un pasado cierto, pero distinto; con un presente fugaz, pero intenso y pasional; y con un futuro dudoso, pero apacible.

Y sueña porque ha escogido tan sólo soñar, ... por ahora. Pero llegará el día que se levante en armas, y ese día llegará. Ella sólo espera que no sea demasiado tarde... ni demasiado pronto.

Y él, también lo (la) espera.

El peso justo

"El peso justo"
(De cómo una experiencia de buceo me dió una clase magistral de vida.)

Hace varias semanas, buceando en Calahonda con cierto club de buceo (de cuyo nombre no quiero acordarme) me recomendaron sumergirme con 10 kg de lastre, según mi peso.

Resultado: cuatro inmersiones desastrosas, besando el fondo, hinchando y deshinchando el chaleco a cada momento, con una postura casi vertical que me hacía ir removiendo todo el fondo marino, por no hablar del gasto exacerbado de aire por estrés y continuo movimiento incontrolado. En definitiva, cuatro inmersiones intentando encontrar una flotabilidad neutra que no podía llegar de ninguna de las maneras con ese peso de más.

Me sentí tan incómodo que llegué a pensar que esto del buceo no era lo mío, que en vez de ir a mejor cada vez iba más y más torpe, e incluso... que quizás era mejor dejarlo un tiempo. Pero al mismo tiempo me gustaba tanto que quería aprender más sobre todo esto, y descubrir por qué de repente buceaba tan mal, así que es por eso que decidí empezar el curso avanzado y poder así mejorar mi técnica de flotabilidad.

Expliqué mi problema a mis instructores de confianza antes de comenzar el curso avanzado y, sorprendentemente, ellos no le dieron mayor importancia, porque no recordaban que me hubiera ido mal en flotabilidad y es más, lo que recordaban de mi curso inicial es que yo buceaba muy bien, cosa que me animó bastante. Así, me asesoraron en todas mis dudas, y finalmente escogí una inmersión específica sobre flotabilidad.

Pues bien, hoy, pasado ya el ecuador de mi curso avanzado y gracias a mis magníficos instructores, me di cuenta que mi peso justo de lastre es de 5 kg. ¡Me sobraban ni más ni menos que 5 kilazos! Y el cambio ha sido tan espectacular que estos días, por primera vez, casi ni he pensado en la flotabilidad, porque iba con el peso justo, pudiendo así disfrutar realmente del buceo, sin preocuparme más que en mirar a mi alrededor, explorando con mis movimientos y mi cuerpo bajo el agua, incluso haciendo alguna que otra "pirueta", sintiéndome libre de verdad.

¿Y por qué os cuento todo esto? Porque quería compartir con vosotros la gran lección implícita en esta experiencia tan concreta:

En la vida habrá personas que te harán viajar con un exceso de peso tan grande que incluso puede que durante un tiempo no consigas salir a flote. Pero si sigues buscando tu felicidad, seguro que aparecerá la persona idónea que estará dispuesta a ayudarte siempre y que te brindará el peso justo y necesario con el que debes viajar.

Y es que, lo normal es que la vida misma ya se encargue de añadirte responsabilidades y todo tipo de preocupaciones, así que no permitamos que nada, ni nosotros mismos, ni nadie nos añada más peso a nuestras espaldas del que podamos soportar.

Volver a volver

Volver a volver.

Oler el mar al llegar a Tabernas. Cambiar el llavero por una sola llave. Dormir en la cama más reparadora del mundo, cerca de mi abuela.

Abrazar a mi madre cada mañana. Reir con mi hermana hasta que duela la barriga. Descorchar botellas con mi padre, como si hubiera una celebración cada día. Compartir secretos con mi hermano. Acariciar una hora a mi gato. Cantarle y rascarle a mi perra en la panza.

Comer caracola hasta reventar. Ir al Casa Puga, al Entre Mares, al Catedral, al Andaluz... y presumir de tapas después. Comerme siete platos de arroz con bogavante, o siete raciones de mejillones. Beber gazpacho hasta para desayunar.

Los amigos de toda la vida. Roquetas y su tesoro oculto. Mis ex-alumnos y sus locuras. La jaima y los chupitos de ron miel bajo la luna. Las moragas en la playa. Contar estrellas fugaces. Terminar aquel libro, aquella composición, aquel relato. Salir hasta el amanecer y dormir hasta las tres.

Ser embajador de mi paraíso terrenal y enamorarme aún más de él si cabe. Enseñar a todo el que venga a respirar distinto, con tubo y máscara. Avanzar en mi aprendizaje bajo el mar y bucearme todo lo buceable, de Cabo a Palos. Redescubrir calas a nado. Ver la puesta de sol desde el faro hasta que anochezca, solo, acompañado y abrazado.

Olvidar y recordar.

Volver a Ti y a tus besos, a mi Almería y a su Rambla, a mi Cabo y a sus playas, a mi Sol y a sus gentes, a mi Ángel y a mi Guarda.

Volver a volver.

jueves, 26 de junio de 2014

Todos mis besos para ti

"Todos mis besos para ti.
Incluidos los que no te puedo dar.

Los de la madrugada en soledad,
los del deseo prohibido y carnal,
los más tiernos de la mañana,
los que se fueron entre lágrimas
cuando alguien como tú dibujaba,
los que pienso bajo el mar y me bebo,
los que te debo y me debes,
los que quiero repetir
hasta que contigo me lleves...

Incluidos los que no te puedo dar.
Todos mis besos para ti."

Despertar

"Así que se durmió. Quería soñar con días de terciopelo, anhelos de azul turquesa, noches de velas y rosas. Siempre había buscado un fuego que quemara todo su pasado y a la vez avivara su presente. Pero su sueño fue tan profundo que al despertar resultó que su razón había herido a su corazón casi de muerte.

Las promesas llenas de calor ya no parecían nada para ella. Sus labios carmesí se tornaron gélidos, pétreos. Sus manos habían envejecido y el color de su piel era marchito, ajada por el tiempo que había estado dormida, intocable. Su gesto, serio y cansado, se presentaba inerme, indefenso ante tanta apatía en derredor.

Pero... así, sin más, con la toalla casi fuera del ring, con el dedo al borde del precipicio y con la copa a punto de estallar contra el suelo... un hálito de fuego exhaló vida a su vida, con tal renovación, que encendió la candela más tenue, la fogata más viva y el incendio más devastador.

Sus ojos se volvieron diamantes; sus dedos, compositores; su boca, poeta. Y su razón, desmoronándose una última vez más, claudicó su ya inerte poder ante el Amor más absoluto que jamás se habrá soñado."

Si no te hubiera conocido

"Si no te hubiera conocido, ahora no moriría por ti.

No habría alabado tu vestido blanco cuando te conocí y no me habrías respondido sonrojada, balbuceando.

No nos habríamos quedado hasta tan tarde escribiéndonos y días después no habríamos quedado para conocernos mejor.

Semanas después no habríamos hecho tantos kilómetros para regalarnos los besos que nos debíamos... para alcanzar el cielo con nuestro tacto... para saborear los aromas dulzones de la pasión... para respirar de nuestras bocas armadas de deseo.

No habríamos abrazado nuestras espaldas en cien atardeceres, ni habríamos encendido hogueras imposibles de apagar.

No habríamos sonreído de nuevo a la vida o como jamás lo habíamos hecho.

No habríamos intentado cada día superar la distancia, y también la circunstancia, para seguir viéndonos.

Por todo esto y por más, si no te hubiera conocido, ahora no moriría por ti.

Ahora mi mirada sería brillante, y no obscura y gris... casi un fundido en negro...

Ahora estaría feliz, pensando en el mañana, y no agonizando de esta manera tan absurda.

Ahora estaría yéndome a dormir, habría descansado toda la noche y me habría levantado tarde.

Habría guardado el coche y jamás lo habría cogido de madrugada para ir a verte.

No me habría distraído pensando en el momento de estrecharte entre mis brazos... y habría mirado de izquierda a derecha.

Tampoco habría pasado por alto la señal de STOP.

Seguramente habría reaccionado a tiempo y habría frenado o acelerado para prevenir el impacto.

Y si aún así el destino me hubiera castigado... Ahora estaría pensando en mi familia, y no exclusivamente en ti.

Cariño. Mi Amor. Mi... mi Vida.

Si no te hubiera conocido, ahora no moriría por ti."

Brindaría. Abrazaría. Sería.

"Brindaría con champagne y fresas cada noche de mi vida con tus labios de fondo. Abrazaría contigo el mar con la luz que me regalaste. Sería la cámara de tu risa, la habitación de tu deseo, la caricia de tu cara, el alma en vilo en tu pena, la dicha en tu mañana.

Brindaría. Abrazaría. Sería."

Todas las personas cambian

Todas las personas cambian.

A veces cambian con el paso de los años, o según las estaciones, la circunstancia personal, según la semana laboral... Incluso cambian varias veces en el mismo día por motivos físicos, emocionales o de cualquier otra índole.

A mí, por ejemplo, no me gustaban nada los perros, es más, les tenía una cierta fobia que, aunque no me impedía estar cerca de ellos sin duda no eran de mi agrado. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no sólo me fascinan sino que los admiro, me quedo ensimismado mirándolos, me encanta acariciarlos, y me producen una ternura tan grande, que siento casi lo mismo que estrechar a un bebé en brazos. Son seres inocentes que lo dan todo a cambio de nada o muy poco, cosa que antes no veía en ellos.

También han cambiado mis gustos alimenticios. Cuando pesaba 35 kg más la palabra "ensalada" no existía en mi diccionario. Ahora como frutas y verduras todos los días, las necesito de veras para sentirme bien. ¿Y el pescado? Mi pobre madre se pasaba hasta las tantas de la noche obligándome a comerlo, sentado en la silla, "castigado" hasta cenármelo enterito. Ahora, sin embargo, cuando vuelvo a casa, a la costa, lo único que me apetece son productos del mar. ¡Quién me ha visto y quién me ve! Ahora soy capaz de comerme una fuente de sardinas, adoro las anchoas (si por mí fuera las comía a todas horas), me vuelve loco el salmón, y el calamar o la dorada a la sal... me salen de lujo. Pues sí, va a ser que sí que cambiamos.

"De este agua no beberé", "Donde dije digo, digo Diego" o "Yo soy yo y mi circunstancia". No sé qué debo aplicar para justificar los cambios de parecer en mi vida. Lo único que sé es que cambiar, cambiamos todos, y no por ello somos otras personas, distintas, mejores o peores. Somos nosotros mismos, una versión avanzada, vistos desde otro punto de luz, encaramados a una colina más alta o más baja, o atados a otras personas que jamás pensamos que forzarían tanto el cambio. No obstante, y sea como fuere, aunque cambiemos mil veces nuestros gustos, pensamientos e incluso formas de actuar... en esencia seguiremos siempre siendo nosotros.

Así que, antes de escandalizarnos ante el cambio ajeno o pensar que la integridad de nuestro prójimo se tambalea ante dichos cambios... pensemos que...

...todas las personas cambian, pero no mutan su verdadero ser.

Insomnio

"Tengo insomnio por soñar despierto contigo."

Ceniza

"Cuando una persona se convierte en ceniza... parece que todo el mundo quiera soplar para esparcir su olvido"

(Mayo de 2004)

jueves, 27 de marzo de 2014

Renacer

"Las cenizas, aún calientes, humeaban de su piel desnuda. ¡Al fin ardieron las heridas! Así que al despertar, voló de nuevo a la batalla."

#microcuento


(Publicado en Twitter y Facebook el 25 de marzo de 2014)

viernes, 21 de marzo de 2014

El objeto de la pasión

No podía creérselo. Por primera vez podía respirarla intensamente. Lloró.

Siempre había estado enamorado de ella. Pero jamás pensó que llegaría tan lejos, ni tan profundo. En ella, su mente se quedaba en blanco, su respiración se hacía más y más lenta, y su cuerpo, como suspendido, se volvía ligero, levitaba, flotaba cual pluma en el aire. 

Si sonaban mensajes, no podía escucharlos; si sus problemas aparecían, ella los acallaba con sus susurros; si miraba hacia el azul cielo inmerso en ella, toda la paz del mundo inundaba su ser. 

Adentrarse en sus humedades y explorar sus cavidades lo hacía verdaderamente feliz, como hacía años que no recordaba.

La mar era su amante, y el buceo, el objeto de la pasión que los unía cada fin de semana.

Debía decir las palabras exactas

Debía decir las palabras exactas, en el tono, altura e intensidad adecuados, concentrándose en un punto vacío de su mente, sin sentir nada más que eso, palabras reverberantes. Pero cada vez que pensaba en pronunciarlas, sabía que el dolor iba a ser insoportable, por lo que el miedo lo bloqueaba, no conseguía superar el pánico.

Todo su cuerpo hervía de fiebre cada vez que lo intentaba. El sudor era como aceite que freía sus poros, todo su rostro se enrojecía hacia un burdeos intenso, como el de la sangre seca, y ésta, recorriendo todas sus venas, burbujeaba cociéndolo por dentro.

Pero esta vez era distinto. No tenía más remedio que hacer uso de ellas. O ella o él.

Se concentró.

No pensó.

Ya no dolían.

Y con los ojos cerrados, espetó, con voz profunda:

“¡Talen Hai!”

La gorgona que había intentado petrificarlo un segundo antes apenas pudo esquivar el impacto de su bola de fuego, que terminó estrellándose en la mitad del rostro de la femínea criatura.

El aprendiz cayó exhausto al suelo, mientras el cabello de víboras ardía a tal velocidad que tan sólo se pudo escuchar un grito ahogado del monstruo, que quedó reducido a cenizas en pocos minutos.


(Publicado en Facebook el 7 de marzo de 2014)

Miraba con ojos de verdad

"Miraba con ojos de verdad, tocaba con manos de duda, y me hablaba con la mentira llenando su boca. Sí, ella era una gran política."

#microcuento


(Publicado en Facebook y Twitter el 29 de enero de 2014)

Ella y, sobre todo, Él

Ella viajaba a un cálido paraíso del sur de Europa. Y él... Él esperaba paciente a una cálida persona que fuera su paraíso.

Se conocieron casualmente una noche de verano, en un bar del paseo marítimo. A un lado y al otro de la barra, ambos habían pedido, a la vez, idénticos bocadillos que no estaban en la carta. Esa situación hizo que sus miradas se cruzaran y que, curiosos, sus labios se sonrieran, deseosos de conocer sus respectivas voces.

Se acercaron y, sin timidez alguna, comenzaron una amena conversación que continuó en una mesa para dos. Compartían profesión, por lo que en un primer momento sólo hablaron de sus experiencias laborales en común. Pero poco a poco y entre risas, descubrieron que además coincidían en gustos musicales, películas preferidas, por supuesto en comidas, así como en últimos - y caústicos - "ex"... ¡Pero si incluso acababan de terminar de leer el mismo libro! En compañía tan agradable, y en una noche así, calurosa y estrellada, Morfeo parecía no tener reloj a la vista.

Se bebieron las horas y contaron las veces que sus manos se acercaron, deseando que en algún mágico momento o por mero azar se llegaran a rozar. Hasta que el roce no fue de sus dedos sino de sus labios, que se fundieron apasionadamente, con tanto fervor que se besaron casi a dentelladas.

Él la invitó cortésmente a su casa, y ella aceptó si tomaban la penúltima copa juntos ("pues la última es la de antes de morir", dijo él en tono irónico). Ambos conocían el dicho. Se sonrieron como al principio de la noche, pero esta vez sus miradas ardieron de deseo, ambicionando sus voces en otro contexto...

Ella se despertó pronto. Volaba a media mañana. Así que se dieron sus números privados y, mirándose a los ojos, prometieron volver a verse. Algún día.

"Ay... ¿Algún día?". Suspiró ella.

"¡Ah! ¡Algún día... !". Sigue soñando él.


(Publicado en Facebook el 16 de enero de 2014)

La traición

La traición fue tan grande que concentró toda su decepción, ira y tristeza en un sólo beso.

El último.



#microcuento


(Publicado en Facebook y Twitter el 15 de enero de 2014)

Ahora, por favor, ahora vas a escucharme

Ahora, por favor, ahora vas a escucharme. Es mi turno, por todo lo que me has hecho pasar.

Desde el principio, yo… yo confiaba en ti. Desde ese primer día en que nos conocimos, quise hacerlo, y tú, tú me lo pusiste fácil. Me aseguraste que me darías lo que ningún otro me había dado ni me iba a dar. Me obnubilaste con tu melodiosa voz, con tus bellas promesas, con tu aparente inmensa alegría… Todos a tu alrededor parecían tan felices que no podía más que pensar en que tú eras el definitivo, que al fin, a tu lado, yo sería también feliz.

Imposible no ilusionarse contigo… ¿Recuerdas nuestros comienzos? Las navidades pasadas, cuando comenzamos a coquetear, yo… no podía dejar de pensarte ni un instante. La verdad es que hay que reconocer que cuando cenamos juntos por primera vez el marco era incomparable, maravilloso, inenarrable... El vino y la opulencia era nuestra banda sonora, las calles lucían esplendorosas desde el ventanal… y, aquella bendita noche… mis labios sonrientes, con un inusual trozo de queso verde que compartimos a medias, presenciaron y presagiaron un feliz idilio entre tú y yo.

O al menos eso creíamos. A las pocas semanas decidiste instalarte en mi vida, lo que en un principio agradecí. Pero nuestra pasión duró lo que suelen durar estas cosas. Como si nada, casi de un día para otro, empezaste a tornarte rancio, oscuro, pesimista… Y acaso yo también, no lo niego, pero, si bien es cierto que yo intenté que esto funcionara hasta las últimas consecuencias, tú sólo dejaste que el tiempo pasara, como si eso fuera a arreglar las cosas… Pero eso sólo las empeoró. Así que tú no tienes derecho a echarme ahora nada en cara, tú, que demasiado has puesto ya sobre mi cabeza y sobre mi alma, tú, que te has mofado de lo que significabas para mí. Pero, sin duda, lo que más me ha dolido de estar todo este tiempo contigo no ha sido tu destructiva actitud pasiva, sino el haber tenido que pasar por la humillación más grande que jamás hubiera podido imaginar. Pero eso ya lo sabes, y prefiero no hablar más de esto, ni a ti ni a los que vengan, porque es demasiado doloroso el recuerdo, y porque sobre eso… ya nada más se puede decir.

Sí, no todo fue malo, tienes razón. Aunque suene a tópico, esto es lo que me llevo de haber pasado todo este tiempo contigo: el aprendizaje. Respirar debajo del agua; contener la respiración y mis palabras; aguantar saetas envenenadas; escupir sólo verdades y tragar sólo mentiras; saborear la soledad; vencer a pequeños gigantes de traje y corbata; escalar volcanes imposibles, de piedra y lava, y de carne y hueso; escribir nuevos cuentos y saldar viejas cuentas; beber, comer y digerir cenizas; componer para mí y para ese nadie más; olvidar lo que hace daño y no dañar más lo que había olvidado; soñar con volver a mover los dedos entre pistones y los labios entre otras boquillas; encontrar el equilibrio entre optimismo de locos y razón de cuerdos; nunca más desdeñar a mi familia, de sangre o de andanzas; respetar los tempos y superar la incertidumbre; ¡¡viajar sin compañía!!

Si piensas que te estoy dando las gracias por todo lo aprendido, me has entendido mal. Todo lo que soy ahora o todo lo que quiero ser, cariño, no te lo debo a ti, sino tan sólo a mí. No soy todo lo pusilánime que era cuando me conociste, pero tampoco tengo un corazón de impenetrable e impertérrita piedra, aunque llevaba un tiempo siendo así, de pura roca, te lo reconozco. Ahora, intento disfrutar de la vida intensamente, pero como venga, sin plantearme mucho el mañana. Simplemente, no espero nada de nada ni de nadie, o lo menos posible. Y no es por despecho, es por convicción de que lo que venga a mi vida lo aceptaré en mi seno sólo si es real, no principesco, y de ninguna manera si es infundado o sometido tan sólo a los deseos expresos de mi corazón ansioso. Sólo te daré las gracias por una cosa: por haberme devuelto mi sentido común.

Ah, antes de despedirme, una cosa. Ya sé quién eres, y ya conozco a los de tu calaña. Resulta que a toda esa gente que bailaba feliz a tu son… también le prometiste lo mismo y acabaron como yo. No voy a decir que te odio por ello. Pero tu tiempo se ha acabado. Ya no te necesito. Nunca te olvidaré, porque, como alguien me dijo una vez, eso sólo puedes hacerlo pegándote un tiro, pero… sí que puedo pegarte el tiro a ti, el tiro de gracia, ese al que tanto temes y que también me sirve de pistoletazo de salida. Lo que trato de decirte, metafóricamente, es que no… No te olvidaré, pero ten por seguro que pensaré en ti lo menos posible, y que no volveré a mentarte, ni a mentirme más.

Raudo, vete ya. Mañana puedes llevarte todas tus cosas y todos tus vanos recuerdos, tus promesas impías y tus falacias navideñas. Y tus cuatro caracteres que tanto he llegado a detestar.

Adiós …. Adiós 2013.


(Publicado en Facebook el 30 de diciembre de 2013) 

Los placeres prohibidos

Llegar tarde a posta. Besarse sin que te vean. Verse sin que te vean. Escribir una carta sincera a una ex-persona "tuya" que es persona "de otra". Querer comerse una onza de chocolate y terminar comiéndote toda la tableta. Pegar un puñetazo al suelo y destrozar el reloj. Desmayarse en la cama tras la última copa. "Explorar" "cuevas". Desnudarse ante la persona equivocada. Comerse el último trozo de pizza. Besar a alguien en la comisura de los labios y luego ponerle cara pícara, sin decir nada. "Comer" de la "fruta" ajena. Bajar corriendo a máxima velocidad una montaña, hasta casi tropezar y caer. Quedarse despierto hasta las 6 de la mañana escribiendo un mensaje que nunca enviarás, pero del que estás orgulloso. Borrar ese mensaje meses después. Acelerar hasta mucho más allá de la señal. Llorar de rabia, vociferar escupiendo y destrozar parte del mobiliario de casa. Hacerse un sandwich y un vaso de leche con cacao tras una noche de borrachera. Escribir y recibir mensajes eróticos. Correr enfadado hasta que te den calambres en las piernas. Escuchar música sin importar el volumen, ni los vecinos, ni la policía. Sonreírle de nuevo a alguien que te hizo llorar.

Los mejores placeres son prohibidos. Y lo son por algo...


(Publicado en Facebook el 20 de diciembre de 2013) 

La última lección

"Antes de posar sus manos entre las teclas blancas y negras, sus frágiles dedos siempre temblaban, era lo normal antes de salir al escenario. Pero esta vez el tembleque era distinto, más acusado de lo usual. Los nervios previos a un concierto normalmente eran moderados, y hasta le gustaban, pues le daban esa chispa de vitalidad necesaria para no pecar de exceso de confianza. Pero hoy... Hoy se estaban aliando todos sus miedos con todos los recuerdos de la noche anterior.

Empezó a sentir verdadero pavor. En su frente se acumulaban minúsculas gotitas de sudor y su respiración comenzaba a entrecortarse. Su boca, completamente seca, boqueaba cual pez fuera del agua. Al menos estaba entre sombras, y nadie podía percibir su crítico estado.

Tan sólo necesitaba recordar el primer compás, y todo saldría bien. Pero era inútil. Estaba absolutamente bloqueada. Hoy no era capaz. No sin él.

De repente, el intenso foco que le apuntaba, le acribilló sin piedad y su esbelta figura quedó revelada ante el público que, entusiasta, aplaudió.

No se volvió hacia el patio de butacas. No saludó. No pestañeó. Sus manos estaban en sus rodillas. Estaba horrorizada. Sólo era capaz de sudar por fuera y llorar por dentro. Todo se había acabado.

Silencio absoluto. Una tos. Silencio de nuevo.

Miró de reojo a la primera fila. Era su única esperanza. Si no estaba, tendría que levantarse e irse. Nada. Tal y como le dijo, no había venido.

Al minuto y medio, alguien silbó, pero fue acallado inmediatamente por una de las azafatas. Pronto se hizo de nuevo el incómodo silencio.

Ya habían pasado dos minutos pero la tensión, cada vez mayor, se acumuló en su cuello y en su espalda y ya no era capaz ni de moverse. Simplemente se quedó embobada, mirando las teclas, esperando que le gritaran "¡loca!" y que se la llevaran de allí.

Cuando empezó a resbalarle la primera lágrima y casi estaba a punto de gritar, escuchó algo. La puerta de entrada al primer nivel se abrió. Oteó las butacas, ansiosa, esperanzada, y finalmente sus miradas se cruzaron. No necesitó nada más.

Inmediatamente, sus ojos se cerraron. Respiró hondo. Levantó la mano izquierda y, como realizando un conjuro, gesticuló también al aire con la mano derecha. Atacó con tanta fuerza que el primer acorde destruyó todo atisbo de duda, todo miedo, hasta tal punto que el resto del concierto ni siquiera pensó en él ni en lo mucho que lo había necesitado las últimas 24 horas.

Al finalizar, fue aplaudida con una intensa ovación. Pero ella sólo buscaba sus ojos. Cuando lo miró, él le sonrió, se quitó su sombrero imaginario e inclinó su cabeza con gesto respetuoso. Levantó su mirada y la mantuvo fija en ella unos instantes hasta que se dio la vuelta. Entonces ella comprendió. Desesperada, dejó el ramo de flores en el piano y corrió a buscarlo. Pero cuando entró al auditorio, ya se había marchado.

Y así, su maestro, tras su última lección, se despidió de ella para siempre."


(Publicado en Facebook el 13 de diciembre de 2013)

Ella

No podía dejar de pensar en Ella un segundo desde que la conoció. Desde el primer día en que lo miró, sintió que era la mujer de su vida. Quizás fue su voz, su sonrisa... No lo sabía, pero su instinto le dio la certeza de que aquella mujer era única e irrepetible, de que le iba a devolver la alegría de vivir. Sí, debía ser Ella la que le haría olvidar su horrible pasado, la que lo salvaría de esos barrotes y de su inmediato mortal futuro.

No le importaba reconocerlo, estaba enamorado de Ella, y aunque no era capaz de decírselo, él sabía que Ella lo sabía. Y es que el sólo pensar que faltaban unas horas para verla le hacía temblar de emoción.

Mientras pensaba en todo esto se durmió plácidamente. Cuando soñaba con ella su cuerpo se relajaba totalmente y se ponía de muy mal humor si lo despertaban en medio de sus sueños. No obstante, siempre estaba atento a su llegada, siempre deseando ese momento como el mejor del día.

De repente, escuchó unos pasos cerca del portal. Enseguida se levantó de la cama y corrió hacia la puerta. Mientras la llave giraba, ya escuchaba su voz. Sus extremidades se agitaban, casi daba saltos de alegría y hasta alguna parte de su cuerpo se excitaba y agitaba sin control. Al fin se abrió la puerta y él se abalanzó a abrazarla -como pudo-, ya que su cuerpo, ¡y hasta su alma!, sentían un éxtasis inexplicable al verla y poder tocarla. Pero su felicidad llegó al máximo cuando escuchó las palabras mágicas, aquellas por las que lloraba al verla: "¿Cómo está mi Mambo? Eres lo más bonito, lo que más quiero en este mundo, sí, tú, sí".

Al fin Ella había llegado, y él era el perro más feliz del mundo.


(Publicado en Facebook el 10 de diciembre de 2013)

Después de tantos meses

"Después de tantos meses mirando al suelo, con cabeza gacha, se atrevió a mirarla una vez más, pero con una nueva óptica. A la altura de sus ojos, se dio cuenta de que ella tenía tanta culpa de todo como él mismo.

Secaron sus lágrimas y se dijeron adiós. Pero la mirada de ambos ya siempre siguió al frente, clara y serena."


(Publicado en Facebook el 1 de diciembre de 2013)

Viajó a lugares recónditos

"Viajó a lugares recónditos, besó otros labios distintos, aprendió otros sabores y aromas. Pero todo era ceniza en su boca, sus ojos y sus manos. Porque, sencillamente, aquello que buscaba se encontraba en su lugar de partida."

(Publicado en Facebook el 30 de noviembre de 2013)

Las ruinas circulares

No hace mucho, empecé a publicar cuentos y microcuentos en mis cuentas de Facebook, Twitter... que al parecer gustaban mucho entre mis contactos. Animados por ellos, se me ocurrió crear este blog, para poder reunirlos y divulgarlos, y para que pudieran ser leídos por ti y por toda la comunidad de Internet.
 
El nombre del blog se debe a uno de mis cuentos preferidos de Jorge Luis Borges: "Las ruinas circulares", que trata sobre un mago que desea crear un individuo a partir de sus sueños. Y es que no se podría describir mejor la creación de un cuento. Casi siempre comienza con un pensamiento fugaz, una ensoñación, una idea... que va creciendo poco a poco hasta que al final nace de lo más profundo de las experiencias pasadas, de las presentes, así como de las experiencias deseadas o temidas, más conocidas como futuras.

Gracias por visitar "Las ruinas circulares". Mi mayor deseo es que mis cuentos te ayuden a soñar y, ¿quién sabe?, quizás de esos sueños nazcan otros muchos cuentos más...

Al Hölson es Profesor de Historia de la Música, Pedagogía Musical, Historia del Pensamiento Musical y Teatro Musical