viernes, 21 de marzo de 2014

El objeto de la pasión

No podía creérselo. Por primera vez podía respirarla intensamente. Lloró.

Siempre había estado enamorado de ella. Pero jamás pensó que llegaría tan lejos, ni tan profundo. En ella, su mente se quedaba en blanco, su respiración se hacía más y más lenta, y su cuerpo, como suspendido, se volvía ligero, levitaba, flotaba cual pluma en el aire. 

Si sonaban mensajes, no podía escucharlos; si sus problemas aparecían, ella los acallaba con sus susurros; si miraba hacia el azul cielo inmerso en ella, toda la paz del mundo inundaba su ser. 

Adentrarse en sus humedades y explorar sus cavidades lo hacía verdaderamente feliz, como hacía años que no recordaba.

La mar era su amante, y el buceo, el objeto de la pasión que los unía cada fin de semana.

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