lunes, 27 de octubre de 2014

Burbujas de silencio

7:00. Móvil. Párpados.

7:36. ¡Salto! Baño. Café, tostada y fruta. Bolsa, mochila y red.

8:07. Acelerón. Autovía. Rotonda. Cargado de recuerdos. Respiración profunda. Eliminado de recuerdos. Sonrisa orgullosa. Música épica. Primera pita. Mar de acuarela al fondo. Vello de punta.

8:18. Radar. Frenazo-acelerón. Sinuosa carretera. Curva mortal. Escalofrío. Máximo volumen. Música y garganta. Sonrisa vital. Desvío. Adelantamientos de dudosa legalidad. Semáforo tocapelotas.

8:35. Stop. Descarga. Saludos y besos. Botella, chaleco, plomos, red, traje. Furgoneta. Presentaciones, risas, bromas. Experiencias. Excitación.

9:10. Puerto. Equipo. Barco. Aún más risas y bromas. Motor. Defensas. Viento, agua y sal. Visión panorámica. Geoformas imposibles. Admiración y fascinación. Silencio. Párpados. Relajación. Sanación mental.

9:25. Ancla. Saliva y máscara. Briefing. Ordenador. Cremalleras y compañeros. Chaleco y aletas. Excitación.

9:35. Corazón de fuego. Paso de gigante. Corazón de hielo. Hundimiento.

Sin tiempo.

Ella y yo.

Nada ni nadie más.

Burbujas de silencio…



Mar.

Cartas de amor

Teniéndolas todas... Me quedaba sin palabras. Leer tan a gusto sobre sentimientos tan profundos al desnudo, sobre amores castos y puros, sobre tórridos y sin embargo dulces deseos, sobre la esperanza de ser correspondidos y ser también correspondientes... me hacía sentir como un ignorante y feliz chaval de veintitantos que no sabe qué es el mañana. Ni intuye lo gris del incipiente ocaso...

Las cartas de amor, objetos con alma hoy en peligro de extinción, eran tesoros que devoraba con avidez. Las leía una y otra vez, las aprendía de memoria, las olía, las palpaba pero sin arrugarlas, aprendía sus grafías, e incluso las copiaba minuciosamente para no estropear las originales. Tal era su valor para mí que las verdaderas amarilleaban en una caja, fuertemente protegidas del sol, la humedad y otro tipo de amenazas. Tan sólo eran leídas en el aniversario de cada una de ellas. A veces la bendita efemérides me permitía leer dos o tres en una misma semana. Y en otras ocasiones pasaban meses hasta que podía leer la siguiente.

Algunos coleccionan fotos que ven muy de vez en cuando, otros admiran bellos e inútiles sellos o monedas. Yo me dedicaba a algo mucho más profundo. Coleccionaba palabras, cartas descartadas, desclasificadas, desdeñadas... Extraviadas en el tiempo, separadas de sus dueños, robadas de ningún sitio, despreciadas sin remedio, abocadas al abismo de un cajón cerrado, o simple y tristemente, quemadas, a lo peor...

Era fácil identificarlas. Olían de una manera muy especial, al estar normalmente perfumadas. La letra de la dirección de envío o del remitente presentaba algunas variantes, pero por regla general la escritura era impecable. Quien alguna vez ha escrito una carta de amor lo sabe. No debía haber tachón ni mancha alguna, seguramente porque el autor escribía antes en un borrador el texto de la carta así como el del sobre. Al menos, así lo hacía yo. Y lo cierto es que en 99 de cada 100 veces, antes de abrirlas, acertaba sobre cuáles eran aquellas cartas que hablaban de amor y que, por fortuna, yo recogía del olvido más absoluto.

Sí. Para algunos lo que yo hacía era de no estar bien de la cabeza. E incluso rayaba la ilegalidad, siendo una obsesión insana. Quizás por eso necesitaba contar en mis últimos días las locas fechorías de este viejo cartero. 

Quizás porque ni yo mismo pude nunca concebir una locura tan grande, escribí esta carta para confesar mi amor hacia todos esos amantes, dándoles las gracias por haberme permitido tomar prestadas las promesas de amor que alguna vez profesaron, aquellas que yo jamás pude recibir de nadie y que tantos y tantos otros ni siquiera leer quisieron.

O quizás mi carta sólo quería recordar, sin acritud y a quien le pudiera interesar, que el más loco de todos los que aún estamos aquí es el que alguna vez ha rechazado, de manera alegre, ignorante o vil, las epístolas, palabras y poemas de un verdadero enamorado.

Disfrutar de ella

"Disfrutar de ella"

"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma". Julio Cortázar.

Esta semana habría escrito ríos de tinta. He tenido experiencias de sobra para hacerlo. Han sido únicas, cada una desde su ámbito. Laborales, sentimentales, profesionales, musicales. Familiares.

Y todas han pasado en tan sólo una semana. Todas juntas, casi a la vez, solapándose una emoción sobre la otra. No, definitivamente estas experiencias no caben en los versos o los textos que podría decir o escribir, no hay palabras que puedan expresar lo que no se puede decir con la lengua o con las letras, sino que esas experiencias, y las emociones y aprendizajes que se derivan de ellas, responden más bien a lo que conecta directamente con nuestro "ethos", con los estados más profundos de nuestra alma.

Y como llego a la conclusión de que no hay palabras para acontecimientos tan bellos, tan duros o de tan gran incertidumbre... por eso - y para eso - pienso que existe la música. Es el único puente directo con nuestros estados de ánimo; la música es lo único que puede describirlos, imitándolos, mutándolos y transformándolos según nuestros deseos o necesidades.

Por eso lo de...

Componer música, escuchar música... y disfrutar de ella. Y de la música.

;)

Vivir

Vivir:

Gozar una vez más de la suerte.
No pensar en no verte.
Repetir besos indecentes.
Almacenar deseos incoherentes.
Ser valiente.

Celebrar tras todas las cenas.
Disfrutar hasta de las penas.
Luchar desde las altas almenas.
Pronunciar lo que la piel hiela.
Soplar una vez más las velas.

No quedarse en blanco.
Ajusticiar desde cualquier flanco.
Probarte en cualquier banco.
Amar, y ser amado.
Quedarme siempre a tu lado.

La suerte se la busca uno

La suerte se la busca uno...

Llegar a Madrid a las 21 h. sin ningún plan. Buscar en Google: "Conciertos Madrid hoy". Encontrar el de Jorge Pardo a las 22 h. por 5 €. ¡Asombroso! Llegar pitando a la sala de la SGAE a las 21:55 h. Los seguratas me dicen que ahí no es. Me quedo con un palmo de narices. Mierda, la dirección estaba mal en Internet. Pues vaya con la guía del ocio de los coj...

Con un poco de enfado, busco de nuevo. Café Berlín, nunca falla. Conciertaco de "La Negra", una de las voces más increíbles y con más personalidad del flamenco-fusión del momento.

Disfrutar de un concierto lleno de soul, jazz, funky, flamenco, bossa... capitaneado por Amparo Velasco "La Negra", y destacando la inventiva del bajista y los solazos del trompetista y fliscornista del grupo.

Pero lo sorprendente de lo que me ha ocurrido no es sólo que de rebote haya visto un conciertazo de la ostia sin haberlo planeado. Lo impresionante es que en el penúltimo tema... dejando a todos los presentes boquiabiertos, aparece Jorge Pardo en la sala, y, "by the face", remata la faena. Hasta La Negra lo ha flipado.

Tengo suerte, sí, es verdad, pero amigos, que no se diga lo contrario, yo siempre la busco.

La lucha

No ha sido fácil...

Un obstáculo tras otro impedía nuestro avance, que se nos antojaba imposible a cada paso que dábamos. A lo lejos se divisaba el humo negro de las bombas enemigas que, aunque ya no nos intimidaban, no hacían presagiar una buena guerra. No obstante, la palabra "desastre" no entraba dentro de nuestro vocabulario, por mucho que algunas voces nos la gritaran desde el campo de minas que nos tenían preparado.

Afortunadamente, en algunos momentos tuvimos el favor de unos pocos compañeros que, con todo su afán y ahínco, cavaron trincheras a nuestro lado, cubrieron nuestras espaldas mientras descansábamos, o incluso planearon con nosotros, codo con codo, las estrategias que íbamos a seguir a la mañana siguiente. Pero, como en toda guerra, no tardaron mucho en producirse las bajas: o te disparan a quemarropa, o tu carro de combate sufre un fatal accidente... o directamente el enemigo acaba por completo con tu moral, a base de consignas de guerra y todo tipo de mensajes devastadores, los cuales íbamos sorteando a nuestro paso, cada día, a cada hora, casi a cada minuto. 

Los que conseguimos abandonar nuestros odios, y hacer caer de nuestros oidos tanto estruendo... quedamos en pie, incluso soportando el impacto de muchas balas. Pero sólo fuimos unos pocos, dos o tres en las batallas importantes (a veces sólo yo, a veces sólo ellos), lo que hizo retrasar nuestra expansión. De haber sido algunos más, muchos errores se habrían evitado. Pero no todos tienen el valor de adentrarse en una guerra, es comprensible, por ello no se lo reprocharé. Bastante tienen con ser tan cobardes.
Tras veinte días de incesante marcha, durmiendo tres o cuatro horas al día, escudriñando el terreno a la luz de la luna, comiendo sobras... Al fin divisamos a lo lejos el objetivo de nuestra misión. Ya éramos imparables. Ante nuestro soberbio avance, las fuerzas enemigas eran cada vez más inútiles, aunque ofrecían toda resistencia y oposición. El terreno, aún más lodoso e inhóspito según íbamos llegando, empezó a hacer mermar nuestra salud. La piel se nos resquebrajaba, cuarteada por las horas de deshidratación; nuestros músculos, hinchados y doloridos, respondían sólo a veces y a destiempo; la boca nos sangraba, casi a chorros y cada día; los ojos..., los ojos eran globos sin pupilas que nos lloraban de soledad y cansancio... Y aunque la última cuesta casi nos vence, sin embargo... las manos no cesaron, impávidas ante cualquier dolor. Sin ellas, que se aferraron incluso a los salientes más puntiagudos, y sin nuestra voluntad de hierro, acero, plomo y diamante, jamás habríamos llegado a tiempo. 

Rozando los límites, casi sin aliento, y ante la mirada inerme de todos, posamos nuestras declaraciones de paz sobre la mesa, aquellas que serían obligación para con todo y todos, al menos durante un año. Pero aunque se llegó con éxito al final... no hubo entrada triunfal. Ni trompetas que la anunciaran. Ni condecoraciones. Ni pasillo de acusados (ni de acusadores, sorprendentemente). Tan sólo la llegada a tiempo, y la satisfacción del deber cumplido. (No sé ni por qué lo digo, pero... creo que ha merecido la pena pasar por todo esto.)

Hoy por fin esta lucha, sin vencedores ni vencidos, se ha acabado.

Hoy por fin, hemos terminado los horarios.

Somos lo que comemos

Somos lo que comemos, hablas según lees, te aman según amas...

- "Te comería a besos."