Volver a volver.
Oler el mar al llegar a Tabernas. Cambiar el llavero por una sola
llave. Dormir en la cama más reparadora del mundo, cerca de mi abuela.
Abrazar a mi madre cada mañana. Reir con mi hermana hasta que duela la
barriga. Descorchar botellas con mi padre, como si hubiera una
celebración cada día. Compartir secretos con mi hermano. Acariciar una
hora a mi gato. Cantarle y rascarle a mi perra en la panza.
Comer caracola hasta reventar. Ir al Casa Puga, al Entre Mares, al
Catedral, al Andaluz... y presumir de tapas después. Comerme siete
platos de arroz con bogavante, o siete raciones de mejillones. Beber
gazpacho hasta para desayunar.
Los amigos de toda la vida.
Roquetas y su tesoro oculto. Mis ex-alumnos y sus locuras. La jaima y
los chupitos de ron miel bajo la luna. Las moragas en la playa. Contar
estrellas fugaces. Terminar aquel libro, aquella composición, aquel
relato. Salir hasta el amanecer y dormir hasta las tres.
Ser
embajador de mi paraíso terrenal y enamorarme aún más de él si cabe.
Enseñar a todo el que venga a respirar distinto, con tubo y máscara.
Avanzar en mi aprendizaje bajo el mar y bucearme todo lo buceable, de
Cabo a Palos. Redescubrir calas a nado. Ver la puesta de sol desde el
faro hasta que anochezca, solo, acompañado y abrazado.
Olvidar y recordar.
Volver a Ti y a tus besos, a mi Almería y a su Rambla, a mi Cabo y a
sus playas, a mi Sol y a sus gentes, a mi Ángel y a mi Guarda.
Volver a volver.
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