Debía
decir las palabras exactas, en el tono, altura e intensidad adecuados,
concentrándose en un punto vacío de su mente, sin sentir nada más que
eso, palabras reverberantes. Pero cada vez que pensaba en pronunciarlas,
sabía que el dolor iba a ser insoportable, por lo que el miedo lo
bloqueaba, no conseguía superar el pánico.
Todo su cuerpo hervía de fiebre cada vez que lo intentaba. El sudor era
como aceite que freía sus poros, todo su rostro se enrojecía hacia un
burdeos intenso, como el de la sangre seca, y ésta, recorriendo todas
sus venas, burbujeaba cociéndolo por dentro.
Pero esta vez era distinto. No tenía más remedio que hacer uso de ellas. O ella o él.
Se concentró.
No pensó.
Ya no dolían.
Y con los ojos cerrados, espetó, con voz profunda:
“¡Talen Hai!”
La gorgona que había intentado petrificarlo un segundo antes apenas
pudo esquivar el impacto de su bola de fuego, que terminó estrellándose
en la mitad del rostro de la femínea criatura.
El aprendiz cayó
exhausto al suelo, mientras el cabello de víboras ardía a tal velocidad
que tan sólo se pudo escuchar un grito ahogado del monstruo, que quedó
reducido a cenizas en pocos minutos.
(Publicado en Facebook el 7 de marzo de 2014)
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